domingo, 19 de octubre de 2008

Un hombre bueno


Él era un hombre bueno, llegaba a casa en la tarde, siempre a la misma hora; compraba el pan, la leche y tal vez unas flores. Subía lentemente las escaleras, como saboreando el momento en que abriría la puerta y la vería sentada a la ventana, esperándolo; después cenaban, platicaban y se iban a dormir, siempre a la misma hora. Se levantaba temprano, la veía dormir, la besaba y se iba a trabajar, siempre a la misma hora. Amaba su rutina, la amaba a ella y creía que el mundo se ganaba así.
Una tarde, a la misma hora, compró el pan, leche y unas flores, subió lentamente la escalera, abrió la puerta y ella no estaba allí, ya no podrian cenar juntos ni platicar, ni dormir, ni soñar el uno con el otro. El mundo le dolía, la muerte le cambió la vida. No lloró, pero desde entonces no se hizo amar por nadie y se hizo odiar por todos para que a nadie le doliera su muerte.

2 comentarios:

MÓNICA dijo...

Al parecer el nombre de tu blog debería de ser reformado, pues el interés de "nadaquehacer" se ha convertido en una interesante experiencia literaria, quizá debería titularse algo cursi como diván del escritor o teorías de mi personalidad (o sea la tuya). Dejemos pendiente el título y pasemos a tu texto que es breve e interesante, me parece que ha Calvino le habría gustado, pues siguiendo sus "Seis propuestas para el próximo mileno" (que quedaron en 5), parece ser un escrito cabal, interesante, breve y fuerte, me agradó, tienes paloma. Me dedicaré a no quedarme atrás y roer mi teclado, esperando crear genialidades o bien sin razones.

Jud Foster dijo...

Me gustó, en dfinitiva me hizo pensar en el pintor q se suicidó después de la muert de su esposa, seguro x la pintura de al lado, aunq creo q lo q más me gustó fue q puede referirse a cualquiera :D