domingo, 19 de octubre de 2008
Un hombre bueno
Él era un hombre bueno, llegaba a casa en la tarde, siempre a la misma hora; compraba el pan, la leche y tal vez unas flores. Subía lentemente las escaleras, como saboreando el momento en que abriría la puerta y la vería sentada a la ventana, esperándolo; después cenaban, platicaban y se iban a dormir, siempre a la misma hora. Se levantaba temprano, la veía dormir, la besaba y se iba a trabajar, siempre a la misma hora. Amaba su rutina, la amaba a ella y creía que el mundo se ganaba así.
Una tarde, a la misma hora, compró el pan, leche y unas flores, subió lentamente la escalera, abrió la puerta y ella no estaba allí, ya no podrian cenar juntos ni platicar, ni dormir, ni soñar el uno con el otro. El mundo le dolía, la muerte le cambió la vida. No lloró, pero desde entonces no se hizo amar por nadie y se hizo odiar por todos para que a nadie le doliera su muerte.
miércoles, 2 de julio de 2008
La Nube en Pantalones (fragmentos)
¡No tengo en el alma ni una sola cana
ni tampoco hay en ella ternura senil!
Ensordeciendo al mundo con el poder de mi voz
avanzo hermoso,
con mis veintidós años de existencia.
¡Los delicados
tocan el amor con tiernos violines!
Pero el rudo se sirve de timbales.
Prueben, como yo,
a darse vuelta como un guante
y ser todo labios.
(...)
Si lo desean
comeré carne hasta ponerme rabioso
-y, como el cielo, mudaré de tonos-;
si lo desean
seré impecablemente tierno.
No un hombre,
¡sino una nube en pantalones!
jueves, 28 de febrero de 2008
miércoles, 23 de enero de 2008
Parábola de Buda sobre la casa en llamas
Gautama, el Buda, enseñaba
la doctrina de la Rueda de los Deseos, a la que estamos sujetos, y nos aconsejaba
liberarnos de todos los deseos para así,
ya sin pasiones, hundirnos en la Nada, a la que llamaba Nirvana.
Un día sus discípulos le preguntaron:
"¿Cómo es esa Nada, Maestro? Todos quisiéramos
liberarnos de nuestros apetitos, según aconsejas, pero explícanos
si esa Nada en la que entraremos
es algo semejante a esa fusión con todo lo creado
que se siente cuando, al mediodía, yace el cuerpo en el agua,
casi sin pensamientos, indolentemente; o si es como cuando,
apenas ya sin conciencia para cubrirnos con la manta,
nos hundimos de pronto en el sueño; dinos, pues, si se trata
de una Nada buena y alegre o si esa Nada tuya
no es sino una Nada fría, vacía, sin sentido."
Buda calló largo rato. Luego dijo con indiferencia:
"Ninguna respuesta hay para vuestra pregunta."
Pero a la noche, cuando se hubieron ido,
Buda, sentado todavía bajo el árbol del pan, a los que no le habían preguntado
les narró la siguiente parábola:
"No hace mucho vi una casa que ardía. Su techo
era ya pasto de las llamas. Al acercarme advertí
que aún había gente en su interior. Fui a la puerta y les grité
que el techo estaba ardiendo, incitándoles
a que salieran rápidamente. Pero aquella gene
no parecía tener prisa. Uno me preguntó,
mientras el fuego le chamuscaba las cejas,
qué tiempo hacía fuera, si llovía,
si no hacía viento, si existía otra casa,
y otras cosas parecidas. Sin responder,
volví a salir. Esta gente, pensé,
tiene que arder antes que acabe con sus preguntas. Verdaderamente, amigos,
a quien el suelo no le queme en los pies hasta el punto de desear gustosamente
cambiarse de sitio, nada tengo que decirle." Así hablaba Gautama, el Buda.
Pero también nosotros, que ya no cultivamos el arte de la paciencia
sino, más bien, el arte de la impaciencia;
nosotros, que con consejos de carácter bien terreno
incitamos al hombre a sacudirse sus tormentos; nosotros pensamos, asímismo, que a quienes,
viendo acercarse ya las escuadrillas de bombarderos del capitalismo,
aún siguen preguntando cómo solucionaremos tal o cual cosa
y qué será de sus huchas y de sus pantalones domingueros después de una revolución,
a ésos poco tenemos que decirles.
(1939)
Bertold Brecht