¡No tengo en el alma ni una sola cana
ni tampoco hay en ella ternura senil!
Ensordeciendo al mundo con el poder de mi voz
avanzo hermoso,
con mis veintidós años de existencia.
¡Los delicados
tocan el amor con tiernos violines!
Pero el rudo se sirve de timbales.
Prueben, como yo,
a darse vuelta como un guante
y ser todo labios.
(...)
Si lo desean
comeré carne hasta ponerme rabioso
-y, como el cielo, mudaré de tonos-;
si lo desean
seré impecablemente tierno.
No un hombre,
¡sino una nube en pantalones!